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Unidad Espiritual

Amós 3:3 ¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?

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El capitulo 17 de San Juan registra la oración intercesora de Jesús por sus discípulos. Cuando la luz del evangelio de Cristo nos alumbra este pasaje de las Escrituras comprendemos mejor el ministerio de nuestro Señor y sentimos la libertad de ciertas cargas innecesarias impuestas por la religiosidad de estos días. Hallaremos en esta oración por nosotros consuelo, seguridad y propósito en la identidad que tenemos como pueblo suyo.
 
El movimiento ecuménico que ha sido impulsado por la iglesia romana con el objetivo de unir a todos los llamados cristianos de las distintas denominaciones en el mundo y así pasar por alto las diferentes doctrinas que históricamente dividieron a los diferentes grupos pregonando la tolerancia espiritual y haciendo hincapié en las cosas en común en vez de en las que dividen; no es más que otra de las tantas estrategias que el espíritu del anticristo se ha inventado para engañar al mundo.
¿Andarán dos juntos si no estuvieren de acuerdo? La Biblia enseña que no. Indudablemente la influencia del más fuerte prosperaría y tal fusión daría como resultado un hibrido espiritual. Gracias a Dios en la santidad del Espíritu todo es homogéneo
Debemos destacar, dando gloria a Jesucristo, que no es necesaria tal búsqueda de unidad ya que su perfecta intercesión ha confirmado la unidad del Cuerpo de Cristo. Esta unidad es espiritual y es patente de los hijos de Dios.
En la oración de Jesús encontramos la característica de esta unidad: la Palabra de Verdad. Nuestra unión se halla en haber recibido las palabras de Dios por medio de Jesucristo y guardarlas. Somos santificados en la Verdad y no pertenecemos al mundo. Nuestro gozo y esperanza se encuentra en sus palabras y ahora se han vuelto nuestras para dar testimonio de Aquel que es nuestro Señor y Dios.
Somos advertidos contra unirnos a yugo desigual. El movimiento ecuménico visto externamente seduce como una hermosa respuesta a la falta de amor de estos días, pero juzgado por el Espíritu de la Palabra que atesoramos no se somete a la voluntad de Dios.
La respuesta no está en la unión de los distintos grupos religiosos para que el mundo crea sino en la doctrina de Cristo, la cual enseña que la unidad ya fu establecida por la mediación de Jesucristo. La Iglesia jamás ha estado separada o dividida. Dios ha preservado su unidad desde el momento mismo que Jesús rogó para que así fuera.

La pregunta es ¿Pertenecemos a la Verdadera Iglesia de Jesucristo? ¿Somos parte del Pueblo escogido,  el cual es uno solo en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo?

Ninguna institución física puede darse el titulo de ser la Iglesia de Jesucristo por la poderosa razón de que el Espíritu de Dios no habita en templos hechos por manos de hombres. Nosotros, los escogidos para la comunión en Cristo, somos los templos del Espíritu Santo. Es claro que no nos conocemos todos y hasta a veces dudamos de quien es y quien no un verdadero hijo de Dios. Pero estamos persuadidos que el que empezó la buena obra en nosotros, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo; para que como él dijo: un día donde él están nosotros también estemos para ver la Gloria que se le ha dado. Allí nos conoceremos, como fuimos conocidos, finalmente unidos en el amor de Dios.

¿Estás siendo santificado en la Verdad? ¿Estás guardando la Palabra de tal modo que es la única Verdad en tu vida? ¿Has conocido verdaderamente que Jesucristo es el Hijo de Dios? ¿Le amas más que a todo lo creado?

Si estas cosas no te interesan puedes seguir buscando la unidad ecuménica romana. Ten por seguro que como la Palabra enseña habrá un tiempo donde dirán: Paz, Paz. Pero en el Cuerpo de Cristo somos aborrecidos por guardar pura y exclusivamente la Palabra de Dios como el único medio para conocer y dar a conocer a Jesucristo. Si nuestra doctrina no se sujeta a la Doctrina de Jesucristo la damos por descartada y perseveramos solo en su enseñanza. Como dijo Tomás cuando creyó: él es nuestro Señor y Dios. Nadie más. Nada más. No hay intermediarios. Somos uno con él. Hemos sido enviados al mundo a declarar la Verdad en la proclamación del Evangelio y somos contados como ovejas del matadero aguardando su regreso; pero nada, nada jamás, podrá separarnos del amor de Dios que es en Cristo Jesús. Amén.

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