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La necesidad de congregarnos

Salmo 89:7 Dios temible en la gran congregación de los santos, y formidable sobre todos cuantos están alrededor de Él.



Callar la verdad es aceptar el error. Tolerar el engaño es no tener amor por el prójimo, y mucho menos por Dios. Es como si conociendo el Evangelio no lo diera a conocer, ¿podría decir que amo a mi prójimo como a mi mismo si sabiendo que necesito a Jesucristo más que a nada en la vida me comportara como si los demás no lo necesitaran igual?

Hace unas semanas atrás cuando escribía las líneas de arriba ya hacia tiempo que precisaba expresarme acerca de la necesidad de congregarnos que compartimos los cristianos. Asunto de gran importancia y que en estos tiempos turbulentos ha sido minimizado y malinterpretado por ciertas iglesias que fueron muertas por la letra. Es de publico conocimiento que en dichos lugares hoy día se le llama “congregarse” al hecho de asistir a los cultos regulares; dejando muchas veces de lado el verdadero propósito de cada reunión.
No quiero extenderme en evaluar el mucho daño que provoca en las almas perder el significado real de congregarse entre hermanos, y mas bien quiero exponer a la luz de de la Palabra su verdadero valor y que cada uno de nosotros en la sabiduría del Altísimo desechemos toda vanidad, y así también participemos de su santidad.
Escudriñando las Escrituras hallamos consejos y mandamientos de cómo debe llevarse a cabo una reunión  fraternal. Tampoco voy a entrar en detalles sobre estos temas que hoy tanto se discuten, mas confío en la luz que el Espíritu ministra a cada alma que con sinceridad busca obedecer a Dios y la Palabra es su lumbrera. Misterio divino que no quita el hecho que hayan distintos pareceres en una y otra congregación pero siendo siempre de un mismo sentir entre los hijos de Dios: el dar gloria eterna a nuestro Padre y Señor Jesucristo.
Escudriñando también aprendemos que no es la cantidad como dice Mateo 18:20 lo que hace a una congregación. Ni tampoco la calidad (como podría querer aportar algún humanista). Toda congregación depende de la presencia de Dios Espíritu Santo.
No se lo llama con la música. No se lo llama con ayunos u oraciones invocativas. Y definitivamente no se lo llama con la presencia de algún personaje de renombre o jerarca espiritual. Dios simplemente está o no está; y eso depende exclusivamente de Él quien honra a Jesucristo congregándolos en Su nombre. A estas alturas alguno dirá: “pero nosotros siempre nos congregamos en su nombre” y no estimo mal su defensa, pero el Espíritu es más cortante que toda espada de dos filos, y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta. Por lo tanto, Dios dirá.
Ahora bien, al punto que he querido arribar es diferenciar “congregarse” de “no congregarse”. Diferencia cabal que expondré en el temor de Jehová según el texto que a mi entender más claro lo explica: Hebreos 10:23-25.
(10:23) mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió, (24) y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; (25) no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.
El verso 23 nos anima a centrar nuestra mirada en Jesucristo, el Autor y consumador de la Fe, quien nos prometió vida en Él. En el día del Gran Juicio solo Él será la salvación para los que no se pierden. “Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” dice la Biblia. No que la salvación sea por obras o sea posible perderla (pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.) sino que los que desvían la mirada de Jesucristo son como las olas del mar llevados por doquier de todo viento de doctrina. Estos son los que fluctúan y en aquel día no podrán estar firmes en la promesa del Señor.
El verso 24 nos alienta a vivir el amor fraternal de una manera sincera y visible, es decir que ciertamente experimentemos y conozcamos el amor que nos une. En la sociedad actual es moneda corriente el amor fingido que esconde un desmedido egoísmo siempre en busca de la auto-exaltación. Solo Dios ve el corazón, pero nos dejó una clave: “Por sus frutos los conoceréis” y debemos saber que no se refirió a los seguidores que uno pueda tener. Cuando dijo: “Id y haced discípulos a las naciones” habló de discípulos de Jesucristo, no nuestros. Los frutos de la carne y los frutos del Espíritu se contraponen notablemente en la Palabra,  escudriñemos las Escrituras y huiremos  del engaño. 
Por eso estos versículos concuerdan con la doctrina de nuestro Señor acerca del mandamiento más importante: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente (esto es centrar nuestra mirada en Jesucristo); y a tu prójimo como a ti mismo (y esto es considerarnos unos a otros).” “Haz esto, y vivirás” respondió a un religioso. Mas luego aclaró “para el hombre esto es imposible, mas para Dios todo es posible”. Su obra es nuestra confianza.
Anteriormente utilicé las palabras animar y alentar para explicar el último verso. Estos verbos nos dan entendimiento del significado de la palabra exhortación, que en estos tiempos es malinterpretada por algunos “enseñadores” que la asocian con la palabra reconvenir, la cual denota censura o reprensión a alguien por sus dichos o sus  actos .
Vemos en el verso que la exhortación es lo opuesto a dejar de congregarse. Es decir que en un grupo donde no existe la sana exhortación no hay congregados en el Nombre del Señor sino solo almas fluctuantes ocupadas en las vanidades que sus concupiscencias le dictan.
Amemos la exhortación, hermanos, que es el verdadero propósito de reunirnos. Dios el Espíritu Santo siempre estará donde haya almas que perseveren en la doctrina de Cristo. Confiemos en la promesa del único fiel que nos libra del vano intento de salvarnos por el cumplimiento de costumbres y mandamientos de hombres. Congreguémonos dos o tres o miles pero con el mismo sentir de solo dar gloria, honra y alabanza al Rey de reyes y Señor de señores. En la congregación de los santos, Dios es temible y formidable como nos revela el primer texto. Todo nos lleva a centrarnos en Él. ¡Nosotros menguamos y Él crece!  Pero si has fluctuado oyendo diversas enseñanzas que apartaron tu mirada del Dios de gloria aún hay un poco de tiempo, arrepiéntete! Y pon tu confianza solo en su obra. Sé solo discípulo del verdadero Maestro, y no calles la verdad, no aceptes el error, no toleres el engaño. Todavía hay muchas almas presas del legalismo religioso. Que todos sepan que Jesucristo es el único Salvador!

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