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El reposo

Éxodo 20:8 Acuérdate del día de reposo para santificarlo.


Son tiempos peligrosos. Ya los engaños del mundo empiezan a mezclarse en la vida cotidiana de las congregaciones. En nombre de la Gracia se ha dado paso al libertinaje invocando la mal llamada  “libertad cristiana”; olvidando, quizás, que somos esclavos de Cristo y la Gracia de Dios es Santa.
Los afanes de este siglo se han convertido en ídolos para quienes no ponen la mira en las cosas de arriba; desenfocados, rápidamente los engaños del diablo toman nombres bonitos, se disfrazan de ángel de luz y multitudes corren tras la concupiscencia de su corazón.
Recordemos, hermanos, que el Espíritu da testimonio de Jesucristo. Fuera de esto todo es vanidad.
Cristo nuestra medida, nuestro espejo. Fuera de esto todo es vanidad.
Escudriñemos la Palabra porque ésta da testimonio de Él. Examinémonos a la luz de la Palabra si estamos en la Fe.
¿Qué significa realmente Jesucristo en nuestras vidas? ¿ Es Él precioso para mí?
Hay un ejercicio sencillo que si lo practicamos con sinceridad puede sernos útil cada vez que necesitemos ver nuestro interior.

Cuando Dios ordenó guardar el día de reposo el fin fue fomentar la comunión entre el Hombre y su Creador. En la sociedad israelita no hubo inconvenientes con aquellos que verdaderamente adoraban a Dios, pero con el tiempo los corruptos maestros de la ley fueron pervirtiendo el sentido de este día hasta concluir en un mero acto religioso de idolatría.

Hoy Cristo es nuestro Reposo pues es solo mediante Él que tenemos comunión con Dios.
Hoy en Cristo aguardamos entrar en su Reposo cuando esto corruptible se vista de incorrupción, y lo mortal de inmortalidad.
Hoy con Cristo nuestro mediador vivamos esa comunión sabiendo los tiempos que corren, velando como aquellas vírgenes prudentes que aguardan a su Señor y aun entrada la noche conservan aceite en sus vasijas. Porque muchas son las advertencias en la Biblia en cuanto al uso del tiempo y nada mejor para no sufrir el engaño que la lectura y estudio de la Palabra que es el principio de la comunión con Dios.

Por eso a modo de ejercicio me pregunto: ¿ Cómo uso mi tiempo?
Observamos en las Escrituras dos clases de tiempos: tiempo de obrar y tiempo de reposar. Tiempo de actividad y tiempo libre.
El tiempo de las obras (o actividades) comprende nuestro trabajo en la Tierra. En la vida diaria sería ejercer nuestro oficio secular, el desarrollo de nuestras relaciones familiares y de amistad, y el servicio a Dios en la Gran Comisión.
En cambio, el tiempo de reposo (o tiempo libre) es el más corto en la Tierra y eterno en lo Espiritual. Son los momentos del día y culturalmente el fin de semana cuando tenemos la oportunidad de estar solos. Cuando nuestra responsabilidad es hacia nuestros intereses individuales y podemos disfrutar de nuestros gustos personales.
¿Cómo usamos ese tiempo libre?
Por día tenemos algunas horas y al menos un día completo por semana.
A diario algunos miran televisión, usan Internet, juegan video juegos, leen algún libro o hacen alguna otra actividad de corta duración.
El fin de semana reuniones familiares, de amistad o religiosas, practicas de algún deporte, salidas nocturnas y ocio.
Las maneras de ocupar el tiempo libre son muchas, y variadas las opiniones de cual es el mejor uso de éste.
Pero esto digo, hermanos: que el tiempo es corto; resta, pues, que los que tienen esposa sean como si no la tuviesen; y los que lloran como si no llorasen, y los que se alegran como si no se alegrasen; y los que compran como si no poseyesen; y los que disfrutan de este mundo, como si no lo disfrutasen; porque la apariencia de este mundo se pasa.
Es propio del cuerpo de Cristo que vele y recoja aceite en sus vasijas.
Recuperemos la importancia del Reposo en esta Tierra que es el reflejo de nuestra Eternidad. Tiempo de comunión y santificación, de conocimiento y meditación, de consuelo y deleite. Solo así seremos imitadores de Cristo a la hora de obrar.
Pues llegará el Gran Día cuando habiendo oído su voz “Bien, buen siervo fiel, entra en el reposo de tu Señor” y siendo más que vencedores por medio de Cristo Jesús, por los siglos de los siglos, Él será nuestro Dios y nosotros su Pueblo. Amén!

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